uando los alquimistas y boticarios, ya en el siglo XVI, preparaban pócimas para curar las más diversas dolencias, la materia prima la obtenían principalmente de las plantas.
Sin embargo ¿quién, y a pesar de los múltiples fármacos existentes en el botiquín casero no ha optado por una tila ante una situación de excitación nerviosa?, ¿quién no se ha tomado una manzanilla para aliviar una digestión pesada?...
¿Y quién no recuerda algún remedio casero proporcionado por su abuela para curar algún síntoma molesto?.
Recuerdo un delicioso licor de guindas que preparaba mi abuela, y que en mis veranos en Asturias siempre tenía ocasión de disfrutar...
Las guindas procedían del guindo que se hallaba en la huerta familiar; y el resto de ingredientes, por aquel entonces al menos, eran muy fáciles de conseguir y en su mayor parte también se podían encontrar en la huerta. Consistían en aguardiente de orujo, unas hojas de hierbabuena, corteza de limón, unas ramas de canela y azúcar.
Claro que para este tipo de "medicamentos", cada maestrillo tenía y tiene su librillo. Pero esos sabores traen hasta nosotros recuerdos de otros tiempos que ya nunca se repetirán.
La parte más divertida llegaba a la hora de proceder, mediante una aguja de tejer, a la extracción de las guindas que se hallaban en el interior de la botella y que en su mayoría habían alcanzado un tamaño igual, o incluso superior al del orifico por el que debían de salir suscitando así una especie de concurso de habilidad en la "pesca" de dichos frutos.
También he de confesar que en algunas ocasiones aduciamos síntomas de un mal inexistente a fin de catar tan delicioso elixir...
* * *
No hace mucho tiempo, y durante una de esas agradables charlas con nuestros queridos amigos Joaquín y Luisa, surgió el tema de la solicitud por parte de una vecina de una extraña peticion.
La mencionada vecina requería a nuestro buen amigo el curioso encargo de introducir un pepino en el interior de un recipiente de cristal.
Hasta aquí la situación no era demasiado chocante.
Lo realmente extravagante llegó con la explicación de que el pepino tenía que ser introducido en el frasco cuando aún estuviese unido a la mata madre y que debería de ir creciendo dentro hasta llenar por completo el tarro de cristal.
Una vez conseguido esto, el tarro con el pepino en su interior, tenía que ser rellenado con alcohol etílico hasta cubrir el fruto por completo y dejar macerar un tiempo, trás lo cual el licor estaría listo para su consumo.
Tanto el licor de guindas del que os hablaba antes como éste de pepino estaban indicados en caso de "dolor de tripa o barriga".
No he podido sustraerme a la tentación de realizar el experimento y, una vez más gracias a la amabilidad de Joaquín y Luisa que se han ofrecido a ello, hoy os puedo dejar este curioso post.
Hace aproximadamente quince días este hermoso pepino inició su crecimiento en el interior del tarro, y hoy ya está listo para continuar con el proceso de elaboración del Licor de la Salud (este nombre, a falta de una información más concreta por parte de nuestros queridos amigos, lo he obtenido buscando información en la Red, donde he encontrado algo similar en el libro titulado "La cocina de Fraga", escrito por Maria Vicente Villagrasa que, en su página número 13, da la receta del así denominado por aquellas bellas tierras oscenses. La receta es básicamente la misma, si bien en este último caso, el alcholol utilizado es el popular Anís del Mono)
En la actualidad es bastante complicado obtener alcohol etílico sin que contenga algún tipo de aditivo así que lo hemos sustituido por vodka, bebida esta que no aporta un sabor que altere en demasía el de nuestro licor.
Hasta que llegue el momento de su utilización, si es que nos atrevemos a ello; lo que sí os puedo asegurar es que el líquido adquiere una preciosa tonalidad verde esmeralda tal y como se puede apreciar en las fotografías.
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