ayos, truenos, relámpagos, granizos é inundaciones; cosechas destruidas, casas anegadas, y, lo peor de todo, personas arrebatadas por las corrientes, y otras muertas dentro de sus casas; trenes detenidos por la fuerza del temporal; trozos de vía interceptados; las comunicaciones telegráficas y postales interrumpidas; pueblos hambrientos pidiendo albergue y pan en tal desastre, y tristeza en el ánimo en los que ven difícil el remedio de tatas calamidades amontonadas por la convulsión de las fuerzas naturales.
Tal es el cuadro con que nos vemos precisados á empezar esta revista ante un cielo despejado á veces, pero en el cual flotan y pasan las nubes blancas que parecen llevar en su seno una nevada, ó nubarrones obscuros que asoman relampagueando; cuando éstos se extienden, y el trueno estalla y las primeras gotas se desprenden, las gentes huyen temiendo que el viento y el agua se arremolinen causando nuevos estragos. No haremos la estadística lastimosa de los producidos por las últimas tormentas. Las provincias de Valladolid, Cuenca, Toledo, Palencia, Ciudad Real, Guadalajara, Madrid y Córdoba conservarán recuerdos tristes de estas turbonadas.
Las muertes ocasionadas por el ciclón han sido: en la provincia de Valladolid, catorce, según “El Imparcial”, á saber: cinco en Simancas, una en Fuensaldaña, dos en Feria, tres en la Nava, una en Zaratán, una en Siete-Iglesias y una en Arroyo. Pero la que ha dado el tributo mayor de víctimas ha sido Villacañas, en la provincia de Toledo, y la dramática revelación de que una parte de sus habitantes vivía en albergues subterráneos, cavados en el suelo:
la irrupción de las aguas en los “silos” ó cavernas que servían de domicilio á esos infelices, produjo la imposibilidad de salvarse á los que fueron sorprendidos por la furiosa acometida de la corriente, que saltaba por los escalones de tierra, convirtiendo en pozos las habitaciones. Acaso las pérdidas materiales y las ruinas sean mayores en otras comarcas de las provincias referidas; pero la tragedia humana allí ha tenido sus efectos más terribles.
Desde la heroica anciana que salvó á sus nietos á costa de su vida, colocándolos en el hueco de una ventana alta, único refugio para no ahogarse, y que murió valerosamente en el fondo de la cueva, hasta la enferma sacramentada y moribunda, salvada en brazos por su marido y expuesta al aguacero sin más abrigo que una sábana, y que sanó en un día por efecto no sabemos si de la impresión ó de la lluvia; desde el infeliz que al ser auxiliado renunció una parte de sus socorros en favor de otro más pobre, hasta un tunante que pidió y obtuvo limosna, siendo un avaro sin entrañas que invertía en préstamos usurarios toda cantidad que ingresaba en su bolsillo, hay en el drama de esa inundación todas las abnegaciones, heroicidades y sacrificios, y todas las vilezas que caben en el corazón humano, y se revela allí la antigua y antitética mezcla de los hijos de Dios y los hijos de los hombres.
Las aguas, que al barrer las montañas dejan á veces en descubierto las peladas rocas que forman la osamenta del planeta, filones de metales preciosos, ruinas prehistóricas, fósiles y huellas primitivas, han puesto al descubierto también los depósitos de bien y mal, de heroísmo y fealdad que esconde el hombre hasta que una gran tribulación ó una gran necesidad los saca á luz; y asimismo han demostrado una vez más ciertas desigualdades de esta sociedad, pues mientras nosotros y cuantos viven en las capitales, altos y bajos, ricos y mendigos, vivimos á fines el siglo XIX paseando en calles alumbradas á “giorno” por las noches, con gran empedrado, y espectáculos diarios que considerarían como magias los que viven en los silos de Villacañas, éstos se halla en los tiempos primitivos, conservando las costumbres trogloditas, como dice oportunamente uno de los corresponsales que acudieron al sitio de la catástrofe con el apresuramiento que tanto honra al moderno periodismo.
Allí encontraron ya al Gobernador de la provincia, Sr. Polanco, cumpliendo su deber, y allí vieron distribuidos los primeros socorros enviados por el venerable Arzobispo de Toledo. Allí y á otras partes llegará esta vez, como todas, la acción de la caridad, ese manantial que siempre brota de una parte de los hombres cundo la desgracia ajena llena de lágrimas los ojos S.M. la reina ha encabezado con diez mil pesetas una suscripción para socorro de las víctimas.
22-9-1893. Por Don José Fernández Bremón.
Así comienza esta espectacular crónica de la revista “LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA”, poco después de producirse la catastrófica tormenta que acabó con la vida de 43 personas en la vecina localidad de Villacañas, ahogadas la mayoría en los silos que tenían como viviendas. Las fotografías también pertenecen a la misma publicación, y en ellas se describen las labores de salvamento. Al pinchar sobre ellas podéis leer el pie de página de cada una de ellas
En estas fechas se vuelve a conmemorar su aniversario, pues el día de la mortal tormenta fue el 14 de septiembre de 1893. Tembleque sufrió también una gran inundación, pero tuvimos la suerte de no perder vidas humanas. En posteriores entregas os mostraré diversos recortes de prensa relativos tanto a Villacañas como a Tembleque, donde prácticamente nos daban como un pueblo condenado por su topología, si no se hacían de inmediato obras para evitar futuras inundaciones; algo que ya hemos explicado en diversos artículos del blog.
Finalizo precisamente esta primera entrega con la transcripción de una crónica totalmente catastrofista de nuestro pueblo, publicada por el corresponsal Tomás Romero el 2 de octubre, en el diario “EL LIBERAL”, y publicada en su edición del 4 de octubre de 1893.
EL LIBERAL, 4-10-1893
TEMBLEQUE.
Es el pueblo de las lagunas. Aquellas turbias masas de agua, cuando se mueven azotadas por el viento, rugen, amenazando sepultar la población.
¡Pobre pueblo el de Tembleque el día en que aquellas lagunas que tan estrechamente la asedian y circuyen, avancen en su camino terrible y devastador! Al reunirse aquellos lagos, Tembleque será destruido sin remedio.
El porvenir, de todas suertes, es allí sombrío. Millares de hectáreas de terrenos, los más feraces, productivos y fértiles, sirven hoy de obscuro lecho á las lagunas que ciñen aquella desdichada población.
Si en Tembleque no se hace, y muy pronto, el canal de desagüe, pedido por sus amenazantes habitantes, puede sin hipérbole afirmarse que España ha firmado su sentencia de muerte de uno de sus pueblos más bellos, pintorescos e industriosos.
TEMBLEQUE.
Es el pueblo de las lagunas. Aquellas turbias masas de agua, cuando se mueven azotadas por el viento, rugen, amenazando sepultar la población.
¡Pobre pueblo el de Tembleque el día en que aquellas lagunas que tan estrechamente la asedian y circuyen, avancen en su camino terrible y devastador! Al reunirse aquellos lagos, Tembleque será destruido sin remedio.
El porvenir, de todas suertes, es allí sombrío. Millares de hectáreas de terrenos, los más feraces, productivos y fértiles, sirven hoy de obscuro lecho á las lagunas que ciñen aquella desdichada población.
Si en Tembleque no se hace, y muy pronto, el canal de desagüe, pedido por sus amenazantes habitantes, puede sin hipérbole afirmarse que España ha firmado su sentencia de muerte de uno de sus pueblos más bellos, pintorescos e industriosos.
Recordemos que mañana, día 11 de septiembre, también es el aniversario de la inundación de Consuegra en 1891, con 359 víctimas mortales, y que ya dimos cumplida cuenta en 5 artículos del blog publicados entre los meses de enero y febrero del presente año. Sirva este primer artículo también como homenaje a las víctimas de ambos pueblos.
2 comentarios:
Me he quedado sin palabras.Ante todo darte mi mas cordial anhorabuena FREDY.Tenemos que rehacer las calzadas que hace pocos años se destruyeron en los caminos asi no tropezaremos en la misma piedra,porque si sólo ocurriera una desgracia por inundaciones no nos lo podriamos perdonar,la historia nos enseña lo que cualquier dia nos puede ocurrir.
Grandioso artículo con unos grabados muy esclarecedores, espectacular como nos tienes mal acostumbrados.
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