Blog Villa Ð Tembleque

martes, 2 de febrero de 2010

Arcos de Tembleque: El Acueducto Prodigioso

Hoy os traigo una nueva visión de lo que fue la construcción del Acueducto del Padre Tembleque en Zempoala, cuando menos resulta curiosa y algo enigmática.
El artículo está extraido de la revista "Más allá" de la ciencia. Y espero que os entretenga:

La forma en que se levantó este acueducto “mágico”, que ha resistido en pie todo tipo de catástrofes, sigue siendo un misterio cuatro siglos después de su construcción. Lo mandó erigir en México un modesto religioso franciscano que, según se dice, contó con la ayuda y los conocimientos ocultos de los magos y los chamanes de la zona...

Cuentan que lo que impulsó al fraile toledano Francisco de Tembleque a embarcarse en un proyecto de tal magnitud fue su caridad cristiana respecto a los nativos. Teniendo en cuenta que los únicos estudios que poseía el franciscano eran los religiosos característicos de su ordenación y que era un auténtico profano en la construcción, resulta asombroso comprobar hoy en día, más de cuatro siglos después, la firmeza y la resistencia de este titánico acueducto de más de 40 km.
La vehemente indignación que le provocaba el comportamiento de los ganaderos españoles, cuyos rebaños de reses agotaban y contaminaban los tradicionales caños de los que se abastecía la población indígena, fue otro de los factores que llevaron a fray Francisco de Tembleque a levantar al nordeste del valle central de México el acueducto que, con el tiempo, tomaría su propio nombre. Así lo demuestra el hecho –registrado por los cronistas de la época– de que el franciscano se enfrentara a un capataz español cuando lo vio utilizar el látigo contra los nativos porque éstos bebían agua del mismo fango en el que chapoteaban los animales.

UNA EMPRESA TITÁNICA
Gracias a su increíble lucidez el religioso franciscano fue capaz de calcular sin ayuda el mínimo desnivel –menos de 200 m– que existe entre Otumba y Zempoala, los pueblos que une el acueducto atravesando el valle de Apan. Según el historiador Ernesto Rivera Viesca, y siguiendo los escritos de fray Juan de Torquemada "Monarquía indiana" y de fray Jerónimo de Mendieta "Historia eclesiástica indiana", las obras se desarrollaron entre 1555 y 1560, aunque otros historiadores sitúan su comienzo en 1541 o en 1543. Los desérticos lugares por donde discurre el acueducto y el rechazo de la Corona española a esta asombrosa obra fueron decisivos para que no hayan quedado registrados datos oficiales sobre la misma. Fray Francisco nunca había trabajado como constructor de acueductos y carecía de los más básicos conocimientos sobre arquitectura o ingeniería hidráulica. Tampoco contó con ninguno de los actuales instrumentos topográficos, por lo que cabe deducir que llevó a cabo su visionaria labor valiéndose únicamente de sus ojos y de una asombrosa percepción.
Por si fuera poco, tanto los representantes de la Corona española como los de la Iglesia católica en aquella inhóspita comarca de la Nueva España se negaron a colaborar en un proyecto que consideraban propio de un loco y que no implicaba rentabilidad económica alguna. Cuando fray Francisco les puso al corriente de todos los detalles de su proyecto para llevar agua a las aldeas indígenas más afectadas por la sequía, lo tacharon de fraile “loco” y “soberbio”. Lo único que se esperaba de él era que predicase con acierto la doctrina cristiana, que pacificara a los indígenas más belicosos y que les convenciera de que sólo sometiéndose a las tropas españolas alcanzarían en la otra vida la felicidad y la dignidad que en ésta les habían sido negadas.
Sin embargo, los chamanes indios sí parecieron vislumbrar el destello de humanismo que guiaba a este atípico fraile toledano y se prestaron a colaborar con él en la ardua tarea de llevar el agua a través del desierto. Es en este punto donde entra en juego un elemento tan inquietante como decisivo en la edificación del acueducto, que puede contener la clave de su insólita resistencia. Poseedores de una sabiduría milenaria sobre poderes y fuerzas ocultas, todo indica que los chamanes pusieron a disposición del fraile sus conocimientos ancestrales...

ALIADOS INESPERADOS
Cuando fray Francisco de Tembleque se vio privado de toda colaboración oficial tuvo que enfrentarse a la tarea inicial de reclutar peones para las obras. Su tenaz aprendizaje del nahualt, la lengua indígena más usada en aquellas tierras, le permitió requerir ayuda entre la población nativa. Se entrevistó con los caciques locales y les convenció de la necesidad de erigir el acueducto. Fue así como conoció a brujos, hechiceros, curanderos y chamanes que le pusieron en contacto con un sorprendente mundo en el que la magia seguía siendo un componente esencial. Si participó o permitió que durante los 17 años que duró la construcción de la obra se celebraran ceremonias secretas prohibidas para protegerla es algo que nunca se ha llegado a desvelar. Pero en la sorprendente labor de ingeniería que desarrolló algunos investigadores han detectado indicios de que el fraile “loco” y “soberbio” tuvo acceso a conocimientos mágicos y manejó fuerzas telúricas de un poder hasta entonces desconocido.
Entre otras circunstancias misteriosas que confluyeron en la edificación (hechos que la Iglesia católica interpretó como sospechosos de brujería, por lo que envió varios inquisidores para fiscalizar las obras), una de las más insólitas es la presencia en el lugar de un puma salvaje que acabó convirtiéndose en la mascota inseparable del fraile y al que los cronistas de la época se refieren como el “gran gato pardo”. El caso es que el animal llevaba todos los días al religioso la comida que cazaba y era tal su sumisión que fray Francisco podía pedirle incluso que cazase también para sus invitados.
Un hecho que fray Juan de Torquemada refleja así en su Monarquía indiana: “En esta obra tan grande y penosa no tuvo el buen padre más compañero que un gran gato pardo que cazaba de noche y al amanecer traía a su amo la caza que había hecho de conejos o codornices para la comida de aquel día, que parece cosa increíble, pero es purísima verdad”. Cómo logró el fraile toledano recabar para su proyecto la complicidad incluso de los animales salvajes de la zona es un enigma que aún hoy asombra a los investigadores de este fenómeno.
Fray Francisco de Tembleque pasó cerca de 17 años en el inhóspito desierto. Convivió con los trabajadores indígenas y dirigió personalmente las obras, lo que le permitió acercarse más que ningún otro religioso de su tiempo al complejo e inescrutable mundo de las creencias y las prácticas religiosas indígenas.
Para evitar problemas con la justicia –movidos por la envidia, algunos hacendados españoles intentaron detener su obra argumentando que hacía trabajar tanto a los indios que morían extenuados–, el fraile convenció a los nativos de que se mostrasen sumisos ante los testigos y de que asistieran diariamente a los oficios religiosos que él mismo celebraba al concluir la jornada laboral. Es muy posible que los indígenas continuaran practicando en secreto sus ceremonias y sus rituales paganos, circunstancia que fray Francisco tuvo que conocer y permitir sin reservas. La gran variedad de símbolos autóctonos de todo tipo que aparecen en los arcos del acueducto así lo sugiere.
Por su parte, fray Francisco colocó cruces y fabricó hornacinas para instalar imaginería católica en algunos lugares de la estructura. Por eso este acueducto es tan singular: constituye posiblemente la única obra de ingeniería civil en la que la iconografía cristiana aparece acompañada de caracteres y códigos de aparente carácter mágico. Las referencias astronómicas al Sol, la Luna y las estrellas de algunos de estos símbolos son evidentes, mientras que, tal como apunta el doctor Ángel María Garibay, los jeroglíficos pintados en los arcos centrales se refieren al origen tribal o familiar de los albañiles que los grabaron sobre la piedra.
Este enigmático universo gráfico tallado sobre las piedras de los Arcos de Tembleque debió de realizarse siguiendo instrucciones precisas de los chamanes, de forma que es muy posible que respondiera a un plan premeditado para proteger a su constructor y llevar a buen fin la obra. Quizá sea esta mágica protección, este eficaz escudo contra seísmos y otras catástrofes naturales de todo tipo que azotan la zona, la única explicación que se puede dar al hecho de que más de cuatro siglos y medio después de su construcción el acueducto se mantenga en pie en casi todo su trazado.

UNA INSÓLITA BIOGRAFÍA
El resto de la vida de fray Francisco de Tembleque tampoco está exenta de circunstancias extrañas. Aproximadamente a la edad de cuarenta años, tras finalizar el acueducto, fue alcanzado en el ojo por un rayo que le dejó tuerto. Los indígenas atribuyeron este hecho a la venganza de Quetzalcóatl, el dios azteca del fuego, el rayo de las tormentas y la furia vengativa de los elementos.
Los nativos creían que su deidad de la guerra se había enfurecido ante el insignificante sacerdote extranjero que reclutaba cada vez más fieles en las filas del cristianismo. Así que Quetzalcóatl decidió castigarle y le envió un rayo que le alcanzó en el ojo y se lo arrancó. Las circunstancias en las que se produjo este accidente son bastante confusas. Según cuenta fray Juan de Torquemada, versión que corroboran historiadores contemporáneos como Octaviano Valdés, fray Francisco abrió una ventana del convento sin reparar en que en el exterior se desataba una furiosa tormenta. Un rayo que cayó muy cerca arrancó parte del marco de madera de la ventana y una astilla de ésta saltó y se clavó en un ojo del fraile. De cualquier forma, y dada la cercanía del impacto y la gravedad de las heridas, resulta cuando menos sorprendente que fray Francisco sobreviviera al accidente.
No acabaron aquí sus desgracias. Unos años más tarde un hermano de su propia congregación que le tenía envidia, fray Bruno, atentó contra su vida: mientras le afeitaba, intentó degollarle con una navaja. En esta ocasión la congregación consideró que el agresor estaba loco y lo apartaron de su trato con fray Franciso.
Igual que sucede con la fecha de su nacimiento, tampoco se sabe el año exacto en el que murió fray Francisco de Tembleque, suceso que debió acontecer, como muy tarde, en torno a 1570.

¿SÍMBOLOS PROTECTORES?: A PRUEBA DE TERREMOTOS
El valle de Apán, el lugar en el que se encuentran los Arcos de Tembleque, está situado en el estado mexicano de Hidalgo. Se localiza en el centro de una zona en la que se producen frecuentes terremotos. Los estudios sismológicos actuales han demostrado que desde el siglo XVI hasta nuestros días se han sucedido en este territorio numerosos seísmos de una potencia superior a 6 grados. Uno de los más destructivos tuvo lugar en la década de 1970 en la capital del Distrito Federal, ubicada a menos de un centenar de kilómetros de este lugar. El suceso arrasó barrios enteros de la gran urbe.
A otro centenar aproximado de kilómetros hacia el suroeste se encuentra el Popocatépetl, un volcán aún activo cuyas prolongadas fumarolas han provocado más de una alarma entre los habitantes de la cercana Puebla. Resulta curioso que una construcción aparentemente tan frágil como los Arcos de Tembleque haya permanecido cuatro siglos y medio en pie en un territorio con este grado de actividad sísmica. ¿Tal vez goza de una protección especial? En ese sentido apuntan las hipótesis que sostienen que los extraños símbolos grabados en los arcos por los albañiles indígenas tenían la función de proteger el monumento. Los signos, además de indicar el origen tribal o la familia del autor –aunque muchos aún no han podido ser interpretados–, podrían actuar como un “escudo protector”. En ellos aparecen con frecuencia rostros ovalados, cuerpos en movimiento y representaciones de posibles dioses nativos. También hay círculos, algunos atravesados por extraños objetos y otros con puntos y arcos, que pueden ser interpretados como esferas celestes tal y como las representaban las culturas amerindias de la época. De hecho, para evitar problemas a fray Francisco la Iglesia católica envió fiscales a las obras para averiguar si había algo demoníaco en aquellos asombrosos grabados realizados en lugares escondidos de la estructura para evitar que pudieran ser observados por las miradas profanas. Algunas de estas inscripciones pueden verse hoy en la parte interior de los arcos, disimuladas en zonas donde sólo los conocedores del tema pueden distinguirlas. En cualquier caso, si su objetivo era proteger el acueducto para que sobreviviera a las catástrofes naturales que asolaban la zona, no cabe duda de que lo han logrado. En su obra "Fray Francisco de Tembleque" Octaviano Valdés ha realizado una meticulosa clasificación de estos códices, que incluye al final de su libro.
LAS EFEMÉRIDES
En el municipio mexicano de Zempoala todavía se recuerda el capítulo del misterioso puma que acabó convirtiéndose en mascota de Francisco de Tembleque. Se hace durante un festival de teatro en el que se representa la historia del “gato milagroso” del fraile toledano...

FICHA TÉCNICA
17 Es el número de años que se invirtieron en construir el acueducto.
36 x 20 cm Son las medidas del ancho y la profundidad del canal superior por el que discurría el agua, lo que hace pensar en un caudal reducido.
40 m Es el desnivel que tiene la parte más sorprendente de toda la estructura, la que atraviesa el barranco de Tepeyahualco, que tiene más de un kilómetro de longitud. Justo en esta zona se encuentra el mayor número de grafías indígenas a las que se atribuye un significado mágico.
44 Son los kilómetros de longitud del acueducto, que se extiende a lo largo de un terreno irregular y de difícil orografía, típicamente desértico, entre los actuales municipios mexicanos de Zempoala y Otumba.
127 Es el número total de arcos de la construcción. La mayor parte aún permanecen en pie.
45.000 Son las toneladas que pesa en total la piedra de mampostería utilizada en la construcción.

LA CURIOSIDAD
En Tembleque (Toledo), el pueblo natal de fray Francisco, le han dedicado una placa que recuerda su asombrosa obra con estas palabras: “En recuerdo y homenaje a su ilustre hijo fray Francisco y a las colectividades de naturales que entre 1941 y 1557 le ayudaron en la empresa de construir el acueducto de Zempoala a Otumba, ejemplo grandioso de mestizaje cultural que nació del encuentro de los pueblos de México y España”.

¿SABÍAS QUE...
...en la actualidad existe en Zempoala una asociación dedicada a la conservación de los Arcos de Tembleque? Sus miembros han construido una maqueta que reproduce el acueducto. “Las subvenciones que recibimos por parte de las autoridades son tan exiguas que resulta muy difícil asegurar la conservación de la obra en años venideros”, explican sus representantes Quinino Martínez Sánchez y Tomás Zamorano.

MÁS DATOS EN:
- Monarquía indiana.
Fray Juan de Torquemada.
- Historia eclesiástica indiana.
Fray Jerónimo de Mendieta.
- Fray Francisco de Tembleque.
Octaviano Valdés.
- El acueducto de Fray Francisco de Tembleque.
Enrique Treviño.